Memoria oral es rescatada en libro por egresados sanmarquinosEl motor de un mototaxi ruge a través de un camino de tierra seca. A ambos lados del sendero empiezan a asomarse los apios, papas y cebollas. Y la caótica ciudad va quedando atrás en el olvido, aquel que no recuerda que detrás del aeropuerto Jorge Chávez se esconde un pueblo ávido por contar historias, sueños y penas.
Un grupo de sanmarquinos egresados de la escuela de literatura, se dieron el trabajo y gusto a la vez, de escuchar estas historias y plasmarlas en “Oía mentar…la hacienda San Agustín”, un libro con aroma a memorias y que cuenta las vivencias y recuerdos de los pobladores de la ex hacienda San Agustín, hoy pueblo joven “El Ayllu”.
Todo empezó el 2001 en las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad San Marcos. “Esto nació en las clases de literatura quechua que dictaba el profesor Manuel Larrú. El nos comentaba de un lugar donde hacía sus compras de verduras y flores. Cuando llegamos, vimos ese choque entre la modernidad del aeropuerto y la pobreza de la ex hacienda. Nos impresionó tal contraste”, cuenta María Gonzales Chumpitaz, una de las autoras del libro.
Hoy, la comunidad de la ex hacienda se ve amenazada por la inminente ampliación del aeropuerto. Elizabeth Lino, otra de las autoras comenta: “sus pobladores viven en la incertidumbre constante sin saber a donde irán a parar sus familias, sin saber si existe un plan de reubicación de sus viviendas” Las calles y paredes de la ciudad ya no contarán más su historia, sus pobladores se las llevarán a un lugar al que ni ellos mismo aún conocen.
Un grupo de sanmarquinos egresados de la escuela de literatura, se dieron el trabajo y gusto a la vez, de escuchar estas historias y plasmarlas en “Oía mentar…la hacienda San Agustín”, un libro con aroma a memorias y que cuenta las vivencias y recuerdos de los pobladores de la ex hacienda San Agustín, hoy pueblo joven “El Ayllu”.
Todo empezó el 2001 en las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad San Marcos. “Esto nació en las clases de literatura quechua que dictaba el profesor Manuel Larrú. El nos comentaba de un lugar donde hacía sus compras de verduras y flores. Cuando llegamos, vimos ese choque entre la modernidad del aeropuerto y la pobreza de la ex hacienda. Nos impresionó tal contraste”, cuenta María Gonzales Chumpitaz, una de las autoras del libro.
Hoy, la comunidad de la ex hacienda se ve amenazada por la inminente ampliación del aeropuerto. Elizabeth Lino, otra de las autoras comenta: “sus pobladores viven en la incertidumbre constante sin saber a donde irán a parar sus familias, sin saber si existe un plan de reubicación de sus viviendas” Las calles y paredes de la ciudad ya no contarán más su historia, sus pobladores se las llevarán a un lugar al que ni ellos mismo aún conocen.




Caso 4: Los by pass de la Av. Colonial y Av.Venezuela, y este es tema más serio. Accidentes y robos son lo que ha traído estas construcciones. Cruzar la Av. Venezuela es toda una odisea. Si la cruzas sin riesgo de que te atropellen puedes sentirte todo un héroe. Los policías que están por allí, y que recién hace unas semanas han aparecido, están como pintados. Parados en una esquina conversando, y uno mirando a dos lados de la vía pensando si esos serán sus últimos minutos. Al menos eso pienso siempre al cruzar por allí. El próximo post me explayaré más en este temita del by pass de la Venezuela



























El panorama en las calles, llevó inmediatamente mi mente a una escena de "La guerra de los mundos" aquella en que todos están en las calles con miedo y reunidos en familia esperando su destino. Y así estaban mis vecinos. Cada familia frente a su casa, con los ojos bien abiertos para cerciorarse que no era una pesadilla lo que estaba pasando, y otros con los ojos cerrados para no ver la desgracia. A mi izquierda, una señora y su hijo se abrazaban fuerte, casi asfixiándose. A mi derecha, una familia reunida elevando plegarias al cielo. Luego miré la pista, esperando el momento en que se partiera en dos. Después miré mi casa, y tuve el presentimiento que se caía. Mi madre preguntaba por donde estaba el mar, temiendo un tsunami, ya que vivo relativamente cerca a una playa. Por mi parte, traté de hablar lo más naturalmente posible, repitiéndome y repitiéndole a todos que ya iba a pasar. El terremoto me daba la contra. Seguía sacudiéndonos y recordándonos que no somos absolutamente nada. Que si el quería, acababa con nuestras existencias cuando mejor le pareciere. Luego de dos minutos don terremoto nos dio tregua y calmó su furia.




