lunes

¿Semana Santa?

La Semana Santa pasó entre procesiones, fervor, recogimiento y reflexión. Hasta yo participé en una pequeña procesión, generada no por el seguimiento al anda de Cristo resucitado o alguna imagen, si no por la cantidad de gente que se estorbaba la una a la otra. Empujones, codazos y sobretodo pisotones -supongo que todos sin ninguna intención- se turnaban en cada esquina de Lima cuadrada.

La tradición dicta la visita de las siete iglesias, yo visite cuatro. Y cinco si cuenta quedarse en la puertita de la iglesia de San Francisco mirando las palomitas volar y el mercadillo que se había armado a expensas de la fe. El post que le antecede a este, critíca a las iglesias de la cienciología y al circo de "Pare de Sufrir", en este post a la iglesia católica también le cae palo. Si hubiera llevado la cuenta de los vendedores de palmas, libros sobre los padecimientos de Jesús en Semana Santa, además de los heladeros, fotógrafos y cientos de personajes más, este post se transformaría en una estadística de principio a fin. No sé si los vendedores se merecen un buen jalón de orejas. Después de todo, la necesidad los obliga y la oportunidad de hacer negocio está servida en estas fechas. Pero reitero, quién se merece el jalón de orejas -y de pasadita los empujones, codazos y pisotones- son las autoridades de la iglesia católica y las autoridades municipales.

Mientras que en el Jirón Callao se desalojaba a unos cuantos vendedores que ofrecían "material religioso" -por decirle de alguna forma-, en las puertas de las iglesias se escuchaban gritos de: "lleve su palma a un sol" o "compre su sahumerio, elimine la mala vibra de su casa". ¿Y el serenazgo? Dentro de la iglesia diciéndome que me saque la gorra. Sí, ya sé que es falta de respeto. Pero, no nos desviemos de la verdadera falta de respeto. Comercialización en las puertas de la iglesia. Me pareció que las cosas estaban de cabeza. Serenazgo dentro de la iglesia y el problema en sus puertas. Gente que pasaba frente a los ojos del sacerdote en plena misa. ¿Por qué el agente de serenazgo no hacía algo por allí? Luego vi a un par de personas más con gorra. Grfffff. Ese hombre iba a morir, y no resucitaría el domingo, ni el lunes, ni nunca. Me tranquilicé mirando los santos apostados en las paredes laterales de la iglesia. Estaban colocados en estructuras inmensas, algunas de madera y otras hechas en pan de oro. Pero todas laboriosamente trabajadas.

Todo iba bien, todo había sido olvidado. Hasta que mis ojitos percataron que las clásicas velitas a las que uno acudía cuando quería pedirle algún favor, petición o milagro a un santo, habían sido reemplazadas por un elemento más moderno. Parece que el dinero y la iglesia se llevan muy bien en estos últimos tiempos y que han encontrado modos de beneficiarse mutuamente. Lo que vi fueron unos foquitos -bombillas para los extranjeros- que se prendían luego que introducías una moneda. Al principio dudé si la ranura era para monedas. Pensé que en algún lugar estaba el botón con el que se encendía los foquitos. Así que hice la prueba. Saqué 10 céntimos del bolsillo de mi pantalón y lo introduje sin resultado alguno. A mi izquierda una señora mayor y su hija empujaban con una llave una moneda de un sol que estaba trabada en la "ranura milagrosa". -Ah...pensé. El milagro cuesta un sol.

1 comentario:

Enigma dijo...

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El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra