sábado

No estoy gordo

Al principio pensé que la lavandería había achicado mi ropa. Se lo dije a la encargada y ella coquetamente me dijo "a ver". Se inclinó un poco sobre el mostrador y dio una rápida mirada. Pensé que tal vez me pediría vueltita. No lo hizo, pero yo ya tenía la cara roja. Si tal vez la encargada tuviera veinte años menos, algún tipo de inercia pícara me hubiera hecho responder con alguna pendejada caleta. Pero no, las arrugas de la encargada y mi oxidada coquetería me bloquearon. "Yo te veo más agarradito" dijo ella. ¿Habrá sido un eufemismo para decirme gordito?

Recogí mi ropa y caminé a casa con esa pregunta en la cabeza.

No era la única que había sugerido que mis carnes eran más visibles. Mi hermana se vengaba de mi un día si y un día no, con frases tipo..."¿Recién te has despertado? Te veo hinchado" o un simple y efectivo "Estás gordo". Yo aún me rehúso a creerlo. Siempre he sido bastante flaco. Me amparo en otros comentarios más bondadosos tipo "¿Has estado haciendo ejercicios?" o "Te veo bien. Antes estabas pal' perro". Lo último no supe como tomarlo. Luego me di cuenta que el hueso le gustaba a los perros o perras y pensé en un "Ah, ya. Ahora entiendo" 

Luego me dijeron que se me veía carón, cabezón, mitrón. Me imaginé como Elena Bonham Carter en "Alicia en el país de las maravillas". Pura cabeza, una tira de cuerpo. Cual chupetín. 

Desde niño dije que nunca sería gordo. Aunque también dije que nunca fumaría un cigarrro y aquí estoy fumando mientras escribo. Para prevenir lo de la gordura, desde los once años hacía abdominales como loco. Y a pesar que las dejaba y retomaba, para los dieciocho tenía un semi sixpack en la panza, que alguna colombiana en algún chat en alguna tarde de hueveo intenso, llamó chocolatinas alguna vez.

Peso dos kilos menos de lo que mido y según yo y Google está bien. Pero por las dudas, estoy saliendo a correr.

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