jueves

Al séptimo día

Y cuando uno llega a los 7 días seguidos con alcohol en las venas, ya todo parece más fácil, más simple...parece. Claro, los primeros días solo cerveza. Primero Pilsen, luego Cuzqueña y al tercer día Corona.

Es decir, tu anestésico vicio se va convirtiendo en un exquisito. Al cuarto día decides variar y compras un vino. Un Magdalena pobretón. Al quinto día recuerdas la Corona. Si vas a ser un borracho, al menos deberías ser uno no tan chusco. O al menos eso es lo que quieres pensar. Así que cambias a Merlot. El que siempre te ha gustado. Ves una oferta de J.P Chenet y tus ojos brillan un poquito. Al sexto día y por la mañana al levantarte, reflexionas un poco. Martin, son cinco días seguidos.

Por qué Martin? Por qué? Tú sabes por qué. No, realmente no lo sabes, porque tu mente amante de las conspiraciones, misterios y enredos mentales te sopla que puede ser solo una excusa para ese ebrio que llevas dentro. Y entonces dudas de todo.

Y aunque dudes, eso no importa. No es argumento suficiente para que tu sexto día sea tinto, seco y con un toque achocolatado. Pero claro, tienes que engañarte un poco a ti mismo y recuerdas a una ex novia que maridaba el vino con baguette, queso azul y uvas. Lees la etiqueta del Merlot y ves clarito "quesos". Es el destino, te repites a ti mismo. Con todas las provisiones te diriges a tu casa y solapas el trago con el queso y demás. El séptimo día repites el ritual del Merlot y te sientas a escribir unas líneas, entre sorbos de vino y baguette.

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