viernes

A la clínica no voy más

No me gustan las clínicas, hospitales, consultorios particulares, postas y un largo etcétera que incluya establecimientos de salud -los consultorios dentales los paso, en mi casa hay uno. Los encuentro fríos, tristes, deprimentes y hasta el día de hoy no he encontrado algún médico que me caiga bien -lo importante es que me cure no? El hecho es que siempre he evitado tener que visitar un consultorio, aunque muchas veces no me he salvado de ellos y he tenido que rendirme ante las pastillas, jarabes e inyecciones.

Durante dos semanas he tenido que ir religiosamente todos los días a la clínica, no para tratarme yo, sino acompañando a una persona muy cercana a mi. Como parecía que los pañitos húmedos y otros remedios caseros no surtía efecto, no quedó otra que llevarla de emergencia a la clínica con casi 40 de fiebre. Bien malo para esperar tanto no? Y así fue que me pasé varios días acompañándola en el sufrimiento de su cola víctima de inyecciones certeras. Y fue así también como descubrí que aquella clínica tiene enfermeras simpáticas, será motivo para enfermarme. Aunque las caras de las enfermeras me daban a entender que ya andaba medio enfermo, sobretodo al verlas.

Solo recuerdo dos veces en que estuve tan grave que me llevaron a emergencias. La primera, hace cuchocientos años. El dolor era tan fuerte que tuvieron que ponerme dos inyecciones -desde ese día la nalga derecha se me adormece si paso más de dos horas sentado- ninguna funcionó. A operar dijo el doctor. Cuando desperté tenía un parche en la mano y una manguerita que subía y subía hasta que vi el suero. No sé en que momento me dormí, pero cuando desperté pensé que me habían operado. Mi mamá ya había pagado todo. Al final el doctor arregló todo de una manera muy particular sin necesidad de operarme. La segunda vez, fue por una bronquitis. Me pusieron una inyección -muy mal puesta por una enfermera bien buena- y dos horas después, ya en mi casa, la pierna completa se me durmió. Pasé dos horas más arrastrándome por el suelo de toda mi casa. Para completar la tragedia, no entendí la letra del doctor y me tomé una pastilla entera cuando solo me recetaba la mitad. Resultado: taquicardia y un cuasi desmayo.

Luego de todo eso, decidí curarme por mis propios medios o aguantarme antes de ir al matasano.

sábado

Rememorando

Hace ya algunas semanas, que mi falta de memoria no me permite recordar hace cuantas fueron, casi muero aplastado en una avalancha humana. No exagero. Tal vez sí. No lo sé. Lo cierto es que ya pasaron -a ver voy a hacer cuentas...mmm...- 2 semanas y un moretón, que como camaleón que turna sus colores, aún adorna mi rodilla derecha. Pensé que con el tiempo me dolería menos, lo raro es que estos últimos días al bajar o subir las escaleras -de dos en dos como siempre hago- siento una punzada maliciosa en la pierna. El dolor en las costillas ya pasó. No hay rastros ni dolores en esa zona. Una pequeña herida, cicatrizó en mi pierna derecha. Con eso quedan establecidas y rememoradas mis heridas. Ni una más. Cabe mencionar en este resumen de los hechos, que ese mismo día y durante la cola me tocaron la cola. Ya ampliaré más este asunto líneas abajo, y si se alarga el tema central del post, lo dejaré para otro día.

Todo pasó en una tarde noche del reciente 27 de julio. Las chelas, vinos y vodkas de la noche anterior, con el plus del inclemente frío, habían tratado pésimo a mi garganta descarriada. Para las 6 de la tarde del siguiente día, una calentura amenazadora comenzaba en la cola de entrada al Parque de la Reserva. "Vamos a ver las piletas de agua" me dijeron. Mi resaca decía no, mi curiosidad decía sí. Una vez en la cola, un grupo de chiquillas se instaló detrás mio y empezaron con los chismes del día. Luego se aburrieron, sacaron un celular y escucharon un reggaeton, Después de aburrieron más y las más chiquillas, no sé si de manera intencional o sin querer, pero se entretuvieron dándole de golpecitos a mi zona posterior izquierda, luego la derecha, luego la izquierda. Creo que llegué a acostumbrarme.

Dos horas y varias cuadras después, la cola ya había avanzado lo suficiente como para despertar del letargo en el que había entrado luego de tanto "masaje" potable. "Ya no hay entradas" decían. "Ya no hagan cola, se acabaron los tickets" repetían. Yo terco propuse que sigamos en la cola hasta el final. Y así fue como llegamos a la puerta para comprobar que la reja estaba cerrada. La gente amontonada esperaba que algún milagro suceda y se abra la puerta. Sucedió el milagro, que casi casi se torna en pesadilla, porque al momento de entrar la gente hizo tal tumulto que varios cayeron adelante, algunos frenaron y los demás atrás ignorantes de la situación siguieron avanzando. Resultado: yo y mi hermana de 9 años aplastados debajo de bastante gente. Solo atiné a abrazar a mi hermana mientras veía una luz...la luz del poste, que era lo único que podía ver desde debajo de varios troncos, brazos y cabezas.

Logré salir casi ileso, mi hermana completamente ilesa -no sé como- y vi las piletas hasta las 12 pi. em. Llegué a mi casa con fiebre: Infección a la garganta.

Rutas del centro

Como un bohemio y adictivo imán , las calles y bares del centro de Lima me arrastran hacia sus rincones más oscuros, me ponen un pucho entre los labios y colocan un par de tragos sobre la mesa. No, no soy yo el que pide las chelas y enciende los cigarros, todo aparece ya así, mágica y repentinamente. Y así fue como hace una semana mis pies, cansados del mismo cine, el mismo centro comercial, el mismo café y el mismo todo, decidieron transitar por callejuelas más oscuras y por lo tanto, más interesantes.

Ir al centro era para mi, mirar a izquierda y derecha cada dos minutos, una hojeada atrás cada uno, y revisar mis bolsillos cada 30 segundos. Era pasar por las calles sin ver lo esencial. Me imagino que por andar chequeando posibles rateros, nunca aprecié el ambiente que ofrecen aquellas añejas calles. Por suerte uno ya puede caminar tranquilo muy de noche, siempre y cuando pongas cara de malísimo y asesino. Creo que iba a contar lo de los bares no?

Muchas personas ya me habían comentado sobre el Yacana, que esto que el otro, pero yo no me quedaba tranquilo con los datos que me daban, tenía que ir a verlo. Y allí estaba, tres pisos hacia arriba de un edificio del Jirón de la Unión, encaletado, oculto ante la vista ingenua e inocente de quien no busca alargar la noche un tanto más. Las luces bajas, buena música y el ambiente relajado me invitaron a tomar una mesa y luego dos chelas. Junto a la ventana, intenté encender un cigarro -ojo, ahora solo fumo cuando tomo, me estoy rehabilitando...creo- pero el viento dijo no. Y fue allí cuando al intentar cerrar la ventana, noté algo que había visto sin mirar. La plaza San Martín en toda su extensión, poblada de individuos de todo tipo: desempleados dando discursos comunistas, ejecutivos apurados por llegar temprano a la cita con la trampa, niños del tipo "ya pe, comprame algo", putas de 15, cabros de 30, parejas de enamorados jurándose mentiras, punks buena onda y policias panzones. Nuestra Lima la horrible tiene un encanto innegable, lo digo en serio a pesar de lo irónico de la frase.

Mientras empapaba mis labios al borde del vaso, mi terquedad por no cerrar la ventana -lo que me privaría de la vista- le mandaba un mensaje sombrío a mi garganta, ya algo dañada los días anteriores. No le hice caso y salí a buscar otro bar más. Ignorante de la vida nocturna del centro, llamé a un amigo de garganta curtida en la zona, el Munich me dijo, el que? el Julich? nooooo...el Zurich? Ya...entendí. Plaza San Martín, callecita a la derecha, directo al sótano. El maestro tocando piano, gente de 30 para arriba tomando, fumando, conversando, bailando, chapando, trampeando, afanando y algunos mirandose mirar unos a otras y viceversa. Lugar interesante, tranquilo, buena comida, buena chela -aunque me faltó probar la alemana.

Esta noche volveré al centro, esta vez a un hueco diferente. La idea es recorrerlos todos, no creo que esta noche me de para tanto, será hasta que el cuerpo y mi garganta aguante.

Me demoré en escribir un nuevo post por motivos de tiempo y salud. Casi muero aplastado -aún tengo los moretones-, tuve infección a la garganta y ahora escribo esto con una torticolis que tan solo me deja moverme 2 segundos sin dolor.